En la primera clase se realizó una
introducción sobre la mundialización de las actividades, de los mercados financieros
y bienes productivos que se encuentran vinculados con los medios de
comunicación social.
La mayoría de las empresas hoy en día se encuentran globalizadas, proceso que
fue conducido por el capital financiero y los modelos político-económicos
regidos por el neoliberalismo.
Como consecuencia, el Estado como organización
jurídica y reguladora, tuvo un gran retroceso debido a la entrada de las
corporaciones al nuevo escenario, donde la política queda como “rehén” de estas
lógicas corporativas. Lo mismo sucede con las instancias sociales y esto tiene
grandes repercusiones en la comunicación pública.
Este complejo proceso de globalización deja
muchos excluidos en la sociedad, que no pueden acceder a una educación,
vivienda, salud y salario justo. Sin dejar de mencionar que, al existir estos
sectores excluidos, se aumentan la brecha digital ya que no tienen acceso a las
tecnologías de la información.
Otra característica de este modelo de
desarrollo, que no sólo se da en América Latina sino también en varios países
de Europa, es que engendra poderes mafiosos (como el narcotráfico). Los estados
provinciales y municipales pierden poder y son manejados por estos grupos, lo
que afecta notablemente a la democracia ya que terminan controlando el
territorio.
Otra consecuencia muy importante es la
contaminación ambiental y la eliminación de ciertos recursos energéticos no
renovables. Indudablemente, tiene que haber un control por parte del Estado y
las empresas, y la comunicación debe jugar un rol fundamental en esta
problemática.
Si bien la forma de apropiación a esta
globalización es muy diferente en cada país, este proceso de mundialización
hizo que se difunda un modelo cultural único, que no sólo pretendía ser
universal sino que además buscaba homogeneizar todos los bienes culturales.
En los últimos años, en América Latina se está
llevando a cabo un replanteo sobre este modelo neoliberal. Cada país está
cuestionándolo como puede, según sus posibilidades. Somos consientes de que ya
no se necesitamos un Estado intervencionista como en los ’50, pero tampoco uno
inexistente. Necesitamos un Estado que intervenga, regule, planifique y sobre
todo, que esté presente.
No se sabe cuál va a ser el desarrollo final
de este proceso histórico, que llevará dos o tres generaciones. Pero sí sabemos
que necesitamos consolidar modelos económicos más inclusivos y participativos,
junto con un sistema de comunicación más justo, equitativo y federal, que haga
visible las voces ocultas y las pluralidades culturales y étnicas. Para ello es
fundamental el rol del comunicador, que debe utilizar las herramientas que
tiene a su alcance (como los medios alternativos o las redes sociales), para
asegurar que cada ciudadano pueda expresarse libremente y que a todos les
llegue la información.
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